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"¿De verdad no queréis ser algo más que un simple emperador?", "Shurima jamás te reconocerá como su señor, si no te alzas sobre sus arenas, yo puedo convertirte en el sol que ilumina cada palmo del desierto, yo puedo convertirte en algo más... que un simple mortal, solo tienes que pedírmelo". Esas fueron las palabras de su hechicero antes de marchar y desaparecer de su vista. Azir recapacitó sobre estas palabras, su afán por adquirir poder era incontrolable al igual que su orgullo y aunque su pueblo no lo miraba con buenos ojos, su poder era indiscutible, pues nada, ni nadie, podía cuestionar la palabra del emperador de Shurima. Aún así, Azir se sentía despreciado por aquellos a los que gobernaba, algo que nunca aceptó y que lo corroía por dentro, movido por ese sentimiento sexual adverso, cedió su voluntad a aquella alocada idea por obtener más poder: solo así conseguiría el respeto y la admiración que deseaba.

Xerath al oír su decisión, hizo los preparativos para iniciar el ritual de la Ascensión, Azir observó perplejo el Disco Solar, aquél enigmático objeto y de cuya existencia solo había oído en antiguas escrituras, por un momento dudó, aquella reliquia ancestral aguardaba un poder que desconocía y eso le produjo terror, sin embargo siguió adelante. Xerath pronunció extrañas palabras, acto seguido indicó al emperador que se colocase frente al artefacto solar, este siguió las indicaciones del hechicero, una vez Xerath pronunció las últimas palabras, el Disco Solar comenzó a emitir un intenso resplandor, justo antes de que su poder fuese proyectado sobre Azir, Xerath empujó al joven a un lado, este calló al suelo, perplejo, observó como una rayo dorado era despedido del Disco envolviendo el cuerpo del hechicero. Azir no podía hacer nada, aquél en quién confió lo había traicionado.

Xerath había adquirido el poder supremo, su forma cambió radicalmente, ya no era un simple mortal, sus poderes habían trascendido de forma sobrecogedora. Azir se alzó, el odio en sus ojos era irrefutable.

-¡¡¡Traidor!!! -Gritó el emperador poseído por una rabia incontrolable.

El joven se abalanzó contra Xerath con la intención de acabar con su vida, pero Xerath alzó sus brazos, entre sus manos emergió una extraña esfera de energía envuelta por un halo azulino. Los ojos de Azir se iluminaron con la luz de tan extraña energía, súbitamente el hechicero liberó toda la energía contra el joven, este fue empujado por una fuerza descomunal, malherido su cuerpo no respondía a sus movimientos, su vista se nublaba, apenas era capaz de distinguir la luz de las sombras, entonces vio una silueta alzarse sobre él.

-¡Nunca podrás ser el sol que ilumine Shurima, porque no eres más que un diminuto e insignificante grano de arena! Hasta siempre... Emperador.

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